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Ayer, París, Berlin y Eielson

Ayer, París, Berlin y Eielson

Ayer presenté mi carta de renuncia al hotel. Me recibieron disgustados. Tuve que dar explicaciones sin desearlo. Nadie se las creyó. Me acompañaron hasta la puerta de salida. Salí sonriente. Luego fui a leer algo a la biblioteca. Me senté frente a un libro de Irene Nemirovski mientras iba anocheciendo.

"El niño prodigio" resultó ser delicioso. He traducido el inicio:

" Ismael Baruch nació un día de marzo en el que nevaba muy fuerte, en una gran ciudad marítima y comercial del sur de Rusia, al borde del mar Negro. Su padre vivía en el barrio judío, no lejos de la plaza del Mercado; era revendedor de ropas viejas, de chatarra; llevaba aún el caftán gastado, babuchas y cortas mechas rizadas, llamadas peiess, a cada lado de la frente, como se usa. Su mujer le ayudaba en su comercio y le daba hijos. Sobre sus cabellos, cortados a raso el día de su matrimonio según la Ley, tenía una peluca negra, lanosa y frizada, que le daba la vaga apariencia de una negra lavada por la nieve y la lluvia del norte. Era trabajadora, no más avara de lo necesario y de buena conducta, se acordaba de tiempos más felices, pues su padre había sido rico antes de que quemaran su casa, un día de pogrom, el domingo de Pascua que seguía al asesinato del emperador Alejandro II."

Salí a las ocho pensando en ver el film sobre Truman Capote, pero decidí volver a casa. Tenía ganas de ver a Emilie, de conversar un poco. Esta vez preferí tomar un bus que pasa por el periférico. En dos minutos me sentí en pleno Berlín hace dos años. D y yo hicimos entonces un viaje perfecto. Caminando, París ya no era París, viejos edificios ahora vacíos y listos para convertirse en lofts de lujo están recubiertos de graffitis. Calles ciegas, pequeños túneles y escaleras abandonadas, zonas vacías llenas de basura y carros viejos. El periférico, puentes, vías de tren, luces de autos, el bus que llega y me lleva a donde ahora estoy, la casa que encontré con tanta suerte viendo a Mellchy en el andén de San Lazare.

Hoy ha sido mi primer día de trabajo en la nueva empresa. El lugar es ideal, apenas salgo, encuentro la rue Mouffetard, y soy feliz porque este barrio lo conozco bien y porque me encantan sus callecitas de piedra, sus vendedores de fruta, sus boutiques llenas de joyas africanas. Amo París, pero quien amo no está aquí. Zut, dirían mis amigos. Pero en París me siento libre, respiro aire fresco, camino, camino, camino.

Ahora en casa he sabido que mi adorado Eielson ha muerto. Qué mierda.

Uno de sus mejores poemas es éste.

a un pájaro de nombre Charlie

A todos aquellos que, como yo;
aman el jazz y las estrellas.

Si alguna vez confundes
Tu corazón con tu sexo y tu sexo
Con un saxofón que llora
En una calle oscura
O si derramas amor a manos llenas
Sin que nadie te reciba
Y asustado como un niño te despiertas
Y ya no hay caricia
Ni desayuno tibio
Ni vestido viejo ni vestido nuevo
Y ni una sola gota de materia
Que te recuerde el universo entero
Sino tan sólo
Un saxofón que no te da tregua
Un saxofón que no te da tregua
Es porque Charlie respira
¿Recuerdas cuando tocaba
Round about midnight o Perdido
Y toda Nueva York se arrodillaba
Como si hubiera visto a Dios
En traje oscuro y saxofón de fuego?
Y si descubres el rocío
En el Central Park o Washington Square
Después de haber tornado tanto
Porque ya no tienes lágrimas ni saliva
Para besar a nadie
Cuando quisieras besar a todos
Si olvidas todo huyes de todo pierdes todo
Pero conservas en quién sabe qué bolsillo
La perla atroz de la belleza y la locura
Si lo que llamas vida es solamente
El vino añejo de un instante
El minuto que desaparece cada día
Por el water-closet y regresa transformado
En un pájaro amarillo
Si el café negro y el whisky puro
Se parecen tanto al cabello rubio
De una muchacha que solloza amargamente
Entre tus brazos. Si tu alma frágil
Y tu cuello de basalto tu cigarrillo
Igual a un lucero siempre encendido
Tu pantalón y tu camisa
Siempre en la silla si todo eso
Y muchas otras cosas todavía
Te recuerdan la tristeza y el fulgor
De Harlem bajo la lluvia
Es solamente porque existe
Un saxofón que no te da tregua
Es porque Charlie respira
Porque en sus labios se enciende y se apaga
Una galaxia que nos aniquila
Como un pensamiento o una cifra aciaga
¿Acaso la música no es la medida
La suma total de cuanto existe
Y nuestra propia vida sólo el sonido
De una orquesta que se afina noche y día?
¿Recuerdas las manos de Bud en el piano
Volando como pájaros vivos
Sobre cascadas de luz y cristales hirvientes?
¿Y la trompeta de Dizzy en la noche
Que todo lo volvía incandescente
Y hasta el Empire State se derretía
Como si fuera de oro puro?
¿Y cuando Max tocaba la batería?
¿Recuerdas sus manos armadas
De millares y millares de centellas
Que él lanzaba a tus oídos
A tu corazón y a tu ombligo?
(Todo era ritmo entonces
Tambor el cielo entero
Tambor la luna llena
Y todo lo que nos rodeaba
Tambores solamente
Porque de ritmo somos
Y hasta de ritmo
Aunque de falta de ritmo
Morimos. Con nosotros
Nace el ritmo
Que no es tiempo ni sentido
Ni tampoco alborozo
Sino más bien latido
Tambor de piel humana
Que se quema
Huesos que no son huesos
Sino vacío
Infinitas flautas
De oxígeno divino
Que tampoco es nada
Sino ritmo
Luz que rebota
De nota en nota
En nuestro oído
Disfrazada de sonido)

Y si alguna vez
Lejos del* caos de nuestro origen
Del insondable gorila que se asoma
Tristemente en tu mirada
Lejos del tiempo y la rutina
De nuestro amor lleno de trapos
De miserables botones faldas y pantalones
Que se arrugan fácilmente
Si de tanto comer tras de la luna
Bajo cipreses que igualmente corren
Sin darte nunca la mano
No te queda sino el ritmo de las cosas
El resplandor de los objetos
Un tambor en la cabeza
Una botella entre los brazos
Si después de tanto goce y tanto llanto
Tanto inmóvil viaje hacia la nada
El rayo violeta de Saturno
Baña tu cuerpo y tus sábanas sucias
Y ya cercano al fin arrojas
La inútil perla al tacho de basura
O como un perro escondes
Tu viejo saxofón debajo de la cama
Si tus costillas tu cráneo tu sonrisa
Tu pasta de dientes con sabor a tierra
Te recuerdan que la vida
Es sólo harina pan para el gusano
Si la sublime rosa suelta
Sus últimos protones en lugar de su perfume
O el cubo de la luz se apaga para siempre
Si te parece que no sabes nada
Porque no puedes decir nada
Ni sobre el amor ni sobre el ritmo
Si en vez de la fórmula sagrada
De la imposible nota jamás escuchada
Encuentras sólo silencio oscuridad entropía
Las calles lluviosas de Harlem
Más lluviosas y frías aún
Si tu cuarto de hotel en penumbra
Se ilumina como un templo cuando miras
Una vieja fotografía de tu madre joven
Extrañamente azul y sin calzado
Y suena y suena en tu pecho cansado
Un saxofón que no te da tregua
Un saxofón que no te da tregua
Si todo eso no es bastante todavía
No te olvides que Charlie es un pájaro herido
Y que su grito es tu propio grito
Cuando abrazas lleno de rabia
Una extraviada muchacha de cabellos rubios
Y te duelen más que nunca las estrellas
En tu pobre corazón de niño
Y en tu glande estremecido

de Celebración (1990-92)

1 comentario

K. -

Gracias, fortuna de casualidad (en la que no creo) ha sido encontrar tu blog, buscando imágenes de Horus.
He pasado cerca de tres horas explorando tus diarios en el trabajo. Creo que no había sido más provechoso mi tiempo laboral, excepto por esos días en que la paso escribiendo.
En fin, de verdad gracias por dejar tus diarios en el camino, ha sido una lectura magnífica.