En casa
Domingo, tranquilo, budista.
Conversación con Gabriela, que me cuenta algo triste.
Luego domingo en casa, con gente en la cocina y yo feliz en el cuarto, oyéndoles reirse. He empezado a leer algo de Vila Matas y he quedado subyugada. He empezado también a leer "Partir" de Tahar Ben Jelloun, una delicia. Comienza así:
"En Tánger, en invierno, el café Hafa se transforma en un observatorio de sueños y de sus consecuencias..."
El café Hafa es uno de mejores lugares que encontramos en nuestro viaje a Marruecos Vale y yo. Uno se sienta frente al mar y a lo lejos se ven las luces de España, la tierra prometida.
Cuando vivía en Perú y tenía el ardor por irme de allí, la necesidad de ver el mundo, la urgencia de reconstruirlo todo a mi manera, sin obligaciones, pensaba con frecuencia en España. Recordaba el acento de un antiguo novio, su manera de pronunciar la palabra "fascinas", los libros leídos con sellos como Seix Barral, Bruguera, Alfaguara grabados en sus portadas, todo eso era España, era Miguel Bosé, Manolo Tena, Duncan Dhu, eran las canciones que hablaban del mar, los nombres de ciudades: Vigo, Jerez de la Frontera, Bilbao, Valladolid, una agenda de mi padre, los filmes de Buñuel, un tío entrenador de fútbol que había veraneado en Benidorm, las monjas del internado de mi madre, un amigo de adolescencia guía de rafting en Lleida. Luego España fue un viaje sola desde Barcelona hasta Sevilla para encontrarme con mi padre y otro viaje a Madrid hace dos años con d. encantados ambos y decidiendo irnos a vivir un día a ese lugar tan feliz. Luego tantos otros vuelos París-Madrid, tardes con las ventanas cerradas para ahuyentar al sol, platos de gambas en la sala, música en la carretera de vuelta de Calera y Chozas, copas en La Cruzada, la estación Marqués de Vadillo, el cine Ideal, las citas en la puerta de la FNAC, los domingos sola en El Retiro, los tantos pasos, los tantos libros, los tantos besos.
Ahora España está ahí, también como mi tierra prometida, pero no la veo desde el mar, la veo desde el hexágono de arriba y con más tranquilidad. Cuando mis papeles me lo permitan, digo, podré circular y bajar a quedarme con Gabriela, a ver algunos amigos, a leer en mi lengua materna, a reírme a carcajadas en un lugar lleno de ruido, en ese país donde todo me parece efervescente. Es lo que tiene el no temerle ya a cortar los hilos, porque los lazos son invisibles y eternos, con la gente, con las cosas. Uno lleva su maleta en la cabeza, en el corazón. La distancia sólo pierde a quien tiene ganas de perderse.
Y así. Envío un sms a Silvia, una antigua amiga italiana. Un placer el saber que se ha quedado en París, hace un año que no sabía nada de ella. Antes de irme a Madrid pasamos algunas veladas memorables juntas. Todavía está aquí, también le da gusto saber de mí, quiere que tomemos una copa una de estas noches. Lo haremos cuanto antes.
Sigo oyendo a Emilie, Chloé y a su hermano reírse en la cocina, jugando con Perlita, nuestra gata.
Me encanta esta vida, la viviría dos veces.
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