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Vuelvo de la manifestación y la estación de Chatelêt está llena de gente. La línea 11 está cortada y caminamos buscando otra manera de volver a nuestras casas. Los corredores llenos de gente me recuerdan a Cusco y los días de fiesta.
Por los altoparlantes se suele oír: "por causa de un accidente grave de un viajero, la línea está cortada", hoy el hombre que habla parece tenso, seguramente tiene gente pidiendo explicaciones, pues dice finalmente: "por causa de un suicidio en la estación Goncourt, la línea está cortada y va a estarlo durante mucho tiempo, les aconsejo cambiar de ruta".
La noticia suena brutal y me siento algo perturbada. Por un instante pienso no en el suicida, sino en quienes esperan con él, tranquilamente, la llegada de su tren, en la impresión que debe causar una decisión tan tremenda. En la constatación de que es algo real, de que puede pasar a tu lado, y pasarle a aquél o aquella que tiene pantalones negros, falda corta, camisa larga, cabellos rubios, mirada tranquila...
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