no sé qué me pasa hoy día.
tengo ganas de hacer algo pero sigo pegada a la cama intentando mantener el enchufe de mi compu lo más tenso posible para que no pase al modo batería. para que no se apague intempestivamente, como mi ánimo.
no me he olvidado de bajar a comprar la leche ni el jugo de naranja. no he olvidado de meter la ropa en la lavadora, pero me he olvidado que hoy tenía un curso de español. la estudiante a quien enseño me gusta porque está siempre contenta. y el curso es una de las cosas agradables que espero todas las semanas. no sé qué me pasó hoy.
olvidar. el gato que tenemos ahora lleva una campana. es una campana blanca que restringe su campo visual y que hace que olvide una pequeña operación que le ha dejado zurcida la panza. es una campana blanca, translúcida, los colores de todo aquello que no puede ver hacen que tenga que volverse una y otra vez, y que se dé algunos golpes contra los muebles.
una campana translúcida, la que me pongo de nueve a cinco, la que me cubre en la fila del cine, en la barra de un bar, en la mesa de la biblioteca, en la puerta de mi casa. los colores que me obligan a dar saltos, a la derecha alguien que me habla, a la izquierda una revista, un libro apasionante. en esos instantes en los que el campo visual se aleja por completo de lo que tienes delante, zas, la pata de una silla, pum, una caja de cartón.
sigo sentada en mi cama, lidiando con el cable. creo saber lo que me pasa. estoy esperando una llamada. una que va a sonar a las nueve y que no voy a contestar.
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