Blogia
diariodecosas

afuera!

afuera!

Hoy salgo hacia la biblioteca. Compro el Libération que he visto un poco en Internet. Tomo el bus que me deja cerca del Sena y una vez allí camino hasta llegar a la François Mitterrand. Mientras leo, una tristeza infinita se apodera de mí. El asunto de los indocumentados ha comenzado a cubrir las primeras planas desde hace ya una semana. Una multitud que ocupaba un edificio cerca de la universidad de Cachan ha sido expulsada y la mayor parte de ellos, sin papeles, son ahora perseguidos por la policía.

En los foros, en la calle, en la televisión, en El País de ayer, la cuestión de la inmigración por necesidad se lee, se oye, se comenta.

Qué hacer con gente que no le tiene miedo ya a nada? Si se ha abandonado todo, si se ha cruzado el mar sobre una llanta, si se ha visto morir a compañeros de viaje, a qué se le puede temer ya? Sólo queda la supervivencia. Y la gente que llega a España, a Francia, al Reino Unido, es gente que quiere seguir viviendo, que quiere la dignidad de comer una vez al día.

El problema es grande y complejo, lugar común inevitable. Leyendo a Ulrich Beck, me doy cuenta, cada día más, de lo inútil que es cerrar los ojos ante lo evidente, aferrarse a categorías conceptuales que no se aplican ya al hoy sin fronteras, al hoy donde cada uno de nuestros actos afecta al otro, donde nuestras elecciones, nuestros errores repercuten, quién sabe no al costado, pero tal vez más allá, donde creíamos que no era nuestro territorio.

Mientras Sarkozy se aplica a poner trampas y a expulsar a gente instalada en Francia desde hace más de diez años, ilegal, pero teniendo hijos aquí, que hablan francés, que comen en francés, que aman (tal vez) ya este país, la realidad se impone como algo nuevo, como una situación amorfa que escapa a leyes sólo válidas para estados que se definían bien, que comenzaban y terminaban en una línea roja. Hoy, las medidas de Sarkozy o de tantos Ministerios del Interior, son cosméticas. Qué son diez familias expulsadas frente a 30 000 personas que viven aquí, que trabajan normalmente, que consumen en los supermercados, que tienen hijos, que alquilan departamentos, que escolarizan a sus niños, que se compran un auto, que comen, duermen y festejan en Francia? Es como querer apartar cientos, millares de moscas de un pedazo de pastel.

Traduzco unos párrafos de Qué es el cosmopolitismo? de Beck, para el placer de todos aquellos que creemos que en este mundo, que es de todos, si no ayudas a resolver el problema, éste terminará por venir a buscarte:

"En las metrópolis globales que son Nueva York, Londres, Rio de Janeiro, Berlín, etc., no se necesita buscar durante mucho tiempo para encontrar choferes, conserjes, mujeres u hombres de limpieza capaces de expresarse con facilidad en más lenguas que cualquier bachiller salido de liceos alemanes o franceses o cualquier diplomado de universidades estadounidenses. La transnacionalización del capital que está en todas las bocas, se duplica por una transnacionalización del trabajo poco remunerado, que en general no está percibido ni reconocido por lo que es: el modelo de un cosmopolitismo de la impotencia donde toda supervivencia implica un mínimo de cambio de perspectivas, de imaginación dialógica y de creatividad en la manera de abordar las contradicciones. Vivir en la contradicción, esto significa también que los migrantes, que en el mejor de los casos son tolerados, y con frecuencia criminalizados, son extremadamente funcionales, aún si parecen, en la óptica nacional, ilégítimos o ilegales." pp. 200-201.

 

0 comentarios