Relato del desembarco
He traducido este bonito relato de el diario Le Monde, escrito por Robert Belleret:
Esa mañana, he tenido la visión de mi vida! Philippe de Bourgoing, 83 años, alcalde (UMP) desde 1952 de Tracy (Calvados), un pueblo de 250 habitantes cercano a Arromanches, cuenta: Durante la Ocupación, los Alemanes habían requisado la mitad de nuestra granja - que llaman "el castillo", NDR - para albergar al Estado Mayor de la batería de Longues-sur-Mer.
Al igual que los hombres válidos del pueblo, yo debía participar en trabajos de nivelación del muro del Atlántico. El 5 de junio al mediodía, el intérprete vino a decirnos que sería necesario trabajar hasta la noche, con el pretexto de que los funcionarios querían organizar una gran cena con un concierto para los soldados. Tras la fiesta, hacia la medianoche, los invitados se retiraron y volvió el silencio. Alrededor de una hora más tarde, fui despertado por un barullo de combate. Los funcionarios recuperaban sus casamatas en urgencia. Mucho después recién comprendí que eso había correspondido a las primeras caídas de paracaidistas sobre la región. Los cañoneos no pararon de aumentar. Se oía el ruido de los aviones, que parecían pasar cada vez más y más bajos, pero la situación era incomprensible. Por la madrugada, el muchacho va a ver las novedades. Con el guardabosques dimos una vuelta por el pueblo.
No había ni muertos ni heridos. Tracy no había sido alcanzado. Entonces decidí subir al acantilado que domina Arromanches, pasando los campos minados, y, allí, debían ser las 8 y 30, descubrí de un momento a otro el mar negro de barcos de todas los tamaños. Eran innumerables, bajé a la granja a llevar la gran noticia...
Algunas horas más tarde, el primer tanque británico llegó delante del "castillo". Venía delante del 47e Real Marina Comando, que acababa de descargar a Asnelles. Tracy era liberado, la euforia era general, y los Alemanes se habían ido. El 6 de junio, al mediodía, se instalaba en el Bourgoing un equipo de ingenieros militares británicos que debían supervisar la construcción del famoso puerto artificial y pasar a convertirse en grandes amigos para sus anfitriones.
Esa mañana, he tenido la visión de mi vida! Philippe de Bourgoing, 83 años, alcalde (UMP) desde 1952 de Tracy (Calvados), un pueblo de 250 habitantes cercano a Arromanches, cuenta: Durante la Ocupación, los Alemanes habían requisado la mitad de nuestra granja - que llaman "el castillo", NDR - para albergar al Estado Mayor de la batería de Longues-sur-Mer.
Al igual que los hombres válidos del pueblo, yo debía participar en trabajos de nivelación del muro del Atlántico. El 5 de junio al mediodía, el intérprete vino a decirnos que sería necesario trabajar hasta la noche, con el pretexto de que los funcionarios querían organizar una gran cena con un concierto para los soldados. Tras la fiesta, hacia la medianoche, los invitados se retiraron y volvió el silencio. Alrededor de una hora más tarde, fui despertado por un barullo de combate. Los funcionarios recuperaban sus casamatas en urgencia. Mucho después recién comprendí que eso había correspondido a las primeras caídas de paracaidistas sobre la región. Los cañoneos no pararon de aumentar. Se oía el ruido de los aviones, que parecían pasar cada vez más y más bajos, pero la situación era incomprensible. Por la madrugada, el muchacho va a ver las novedades. Con el guardabosques dimos una vuelta por el pueblo.
No había ni muertos ni heridos. Tracy no había sido alcanzado. Entonces decidí subir al acantilado que domina Arromanches, pasando los campos minados, y, allí, debían ser las 8 y 30, descubrí de un momento a otro el mar negro de barcos de todas los tamaños. Eran innumerables, bajé a la granja a llevar la gran noticia...
Algunas horas más tarde, el primer tanque británico llegó delante del "castillo". Venía delante del 47e Real Marina Comando, que acababa de descargar a Asnelles. Tracy era liberado, la euforia era general, y los Alemanes se habían ido. El 6 de junio, al mediodía, se instalaba en el Bourgoing un equipo de ingenieros militares británicos que debían supervisar la construcción del famoso puerto artificial y pasar a convertirse en grandes amigos para sus anfitriones.
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