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De latir mi corazón se ha parado

De latir mi corazón se ha parado

Fea traducción de un título que en francés es perfecto: "De battre mon coeur s’est arrêté".

Es una de las mejores películas que he visto. Hay un ambiente sórdido, repugnante. Hay una relación padre-hijo malsana y manipuladora. Hay un tiempo añorado, seguramente más feliz, que aparece, brevemente, con unas clases de piano. Hay un hombre joven confrontado a lo que un día quiso ser y lo que la realidad le ha dado.

Una suerte de furor lleva a su protagonista (estupendo Romain Duris) a correr detrás de lo que ansía: dinero, amor, familia. Todo le escapa, o le adviene de manera equivocada. No se puede forzar el destino, pero hay que prepararle la vía parece decirnos el realizador.

La lucha interna del ser humano para elegir lo que verdaderamente desea ser es uno de los temas mayores. Y aquí, ello implica rupturas, sufrimiento, negaciones, concesiones. De algún modo es también una película de crecimiento. Una suerte de bildungsfilm maravilloso en el que todos tenemos una segunda chance.

La música o el arte en general como escape, o mejor aún, como redención, es el segundo gran tema.

La banda sonora es, se imagina, soberbia y rara: Télépopmusik y música clásica. Como el corazón del protagonista, latiendo a mil cuando rompe puertas y lanza ratas, y dejando de hacerlo al contacto de las teclas de un piano.

Una entrevista en El País a su director: Jacques Audiard.

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