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plazas

Ayer dos hombres encapuchados han irrumpido en la municipalidad de Saint-Denis. Después de amenazar con una pistola a uno de los concejales, han rebuscado en armarios y cajones, tratando de encontrar las plazas de cortesía que guardaba el alcalde para el partido de esta noche: el Arsenal contra el Barça. Se han ido con las manos vacías.

Sacar un arma, salir huyendo y luego sentarse en las gradas para ver, con el corazón contento, el partido. Demasiado fácil. Eso es no contar con la ley del ritmo (la de Hermes Trismegisto). A un nivel supremo de endorfinas previo le sucede el mismo nivel de endorfinas en el sentido opuesto. Me cubro la cabeza, me protejo las huellas digitales rompo cerraduras, pateo muebles, acogoto a un pobre tipo que suplica por su vida, vacío cajones, lanzo un par de insultos y salgo huyendo para terminar sentado en la sala de mi casa, con una cerveza tibia y el ruido del aspirador de la vecina, viendo en pantalla de 18 pulgadas el super encuentro del año.

Inútil intentar ocupar una plaza por la fuerza. Como en las todas las cosas (lo dice el Kybalión), lo que debe ser termina por imponerse.

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