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goles

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Vemos el partido en un bar. Todos frente a la pantalla vamos por Francia. Gol de Zidane, luego gol de Italia. Luego la expulsión, los otros goles. Alguien grita: Bravo Zidane! y todos aplaudimos largamente. Salimos hacia la Place d'Italie y volvemos a casa, a ver el fin de fiesta. Se oyen algunos que festejan a pesar de todo. La televisión muestra a la gente en los Campos Elíseos. Sobre el Arco de Triunfo proyectan las imágenes de los jugadores que no veremos ya en cuatro años más. Arriba está escrito GRACIAS.

Traduzco aquí un artículo del Libé que me ha encantado.
«Tengo un buen amigo, un loco por los EEUU, que intenta desde hace años verme capitular y dejar los verdes paraísos del gramado por los parquets relucientes de la NBA.
A lo largo del Mundial, después de los octavos de final soporíficos entre Ucrania y Suiza, cuyo clímax fue un primer plano de los rasgos siniestros de un jugador helvético calmando su sed, este buen camarada aprovechó la ocasión de inmediato. "¿Cómo puedes perder tanto tiempo por un deporte tan aburrido? Sabes bien que cada año, la Fifa intenta cambiar las reglas para ponerle un poco de pimienta, y no funciona. No sirve... Aunque alarguen los arcos de tres buenos metros, eliminen la regla del off-side y le aten una mano a la espalda al portero en el momento del tiro libre, el fútbol será siempre un juego lento y sin sorpresas. ¿Cómo un hombre sensato puede perder noventa minutos delante de una pantalla, sabiendo que no tendrá, como máximo, sino uno o dos momentos interesantes, y que todo el resto, no tendrá frente a sus ojos sino a hombres sudorosos y sin aliento, enfrentádose al árbitro o uno contra el otro o simulando lesiones para ganar tiempo?"
La respuesta para ello, a pocas horas del final de un Mundial bastante decepcionante, es simple y triste. La razón por la cual amo tanto el fútbol, es que se parece, hasta el llanto, a la vida: aleatorio, injusto, aburrido la mayor parte del tiempo, pero esconde esa eterna esperanza de que en un momento, aunque sea fugaz, todo se encadenará y encontrará su sentido.
Qué puedo hacer, después de todo, la vida no es una sucesión de canastas marcadas por campeones flexibles y virtuosos... La vida no es sino un largo esfuerzo, desprovisto de coordinación, una via dolorosa al cabo de la cual estalla, a veces, la acción genial de un Zidane, de un Cristiano Ronaldo o de un Ronaldo o de algún otro mago. Y, en un instante, todo ese méli-mélo pegajoso y aventurado, que tiene un nombre, «partido de fútbol», se metamorfosea en algo coherente, estético, digno.
Y después de que ese momento y sus disminuciones se hayan desvanecido, retornaremos, todos, a la gris realidad de los momentos perdidos, de los pases fallidos y de los tiros mal orientados, a los metros de enmallado sólo para esperar, pacientemente y con una esperanza infinita, el próximo instante de gracia.»
(De un texto del escritor Etgar KERET)

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