relatividad
Hoy leo que los españoles se endeudan por cincuenta años para tener casa propia. Que tener casa propia es una cuestión de prestigio, un vía crucis obligado.
Envío la noticia a Stéph, que busca departamento en París. Desde hace unas semanas, cuando un agente le llamó para ofrecerle un studio, hemos organizado visitas, hemos llamado a muchos propietarios, mirado anuncios de agencias y visto muchos lugares. De todos los sitios, uno sólo parecía interesante, pero la calle estaba llena de yonquis y el vecindario daba miedo.
Hace como una semana, Angel y Cris nos han invitado a cenar. A hora y media de París, frente a un inmenso jardín, nos debatimos todos entre el espacio y el tiempo.
Se trata siempre de eso. Siempre la misma cuestión, qué vale más para uno, a qué se puede renunciar todavía. Cuál es nuestro mínimo indispensable: ¿el espacio?, ¿el tiempo?
Angel quiere mudarse a París. Cris no quiere renunciar a una casa grande. Stéph quiere no tener que viajar a su trabajo durante una hora cada día. Por ahora, yo me contento con lo que me toca, pero sé que no va a durar.
El espacio: donde deja uno sus marcas. Donde deja uno su huella indeleble.
El tiempo, donde uno es y deja de ser. Donde la transformación es la constante.
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