Opalo
Este fin de semana escapamos los tres de aquí, de nuestros montones de problemas.
Nos extraviamos durante dos horas en el puto periférico de Paris. Un hombre al fin nos guió hasta la salida que nos arrancaría, al fin, de esta especie de arena movediza. Corrimos durante tres horas intentando alcanzar a Michelle, su amiga, que volvía a Londres a las dos y cuarentaicinco.
Llegamos a la estación de Calais, y avistamos al bus de ingleses que esperaba que llegáramos.
Tomamos una cerveza acompañándoles en sus compras antes de tomar el ferry.
Luego vagabundeamos por ciudades pequeñitas y heladas, por la Costa de ópalo riéndonos de la idea de salir a la costa mas fría de Francia.
El sábado por la noche llegamos a Boulogne sur mer. Por un instante me dije que si tuviera que dejar la arena movediza me iría allí. Viviría en la ciudad amurallada. Daría largos paseos por la playa.
Dormimos los tres muy pegados para no helarnos. En algún momento Cristina empezó a frotar sus dientes haciendo un ruido extraño y me quedé despierta viendo el amanecer.
Estábamos los tres tan lejos de casa. ¿Cómo nos encontramos?
Tuve suerte. Cuando abandoné el lugar donde vivía con d., llegué un día a Brunoy donde ellos compartían casa con otros estudiantes. Cris no estaba, y Angel esa noche se quedó escuchándome hasta que llegara el día.
Desde entonces les observo. Me da envidia ver cómo se quieren.
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