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diariodecosas

compañía

Decidí dejar mi casa hace casi siete años.

Desde entonces me he ido acostumbrando a la soledad, sin por ello dejar de ver a los amigos, de buscar gente cuando llego a un lugar nuevo. Disfruto enormemente de los momentos sola. Rara vez se me hacen pesantes. En una ciudad como ésta hay siempre una buena película, un libro por terminar, un par de canciones que oír sentada en el salón, sin compañía.

Hace algunos años elegí trabajar los fines de semana y nunca, salvo al tener que curar alguna resaca, me molestó el pasar un domingo en el hotel, tranquila, cuando todo el personal ya se había ido, tomándome un café o simplemente mirando el boulevard Saint Michel.

Me encanta cuando a veces llego a casa y no hay luces, y las voy encendiendo al ritmo que me place. Me encanta tomarme un baño, ponerme un par de velitas, y saber que nadie va a tocar la puerta.

Me encanta prepararme la cena, sentarme frente a la computadora y leer los periódicos, con una copita de vino al lado.

Pero la compañía también puede ser maravillosa. Gabriela ha llegado hoy a París y cuento los minutos para llegar a casa y verla.

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